jueves, 24 de junio de 2021

11. Juan Esperpento

 

En un lugar existe un reinado. Dentro de él, una república. Entre ellos una frontera. En la república circulan acuerdos y fiestas. Sobre una tarima los vítores abundan en un festival sin fin. En la frontera golpean, cercenan y dejan cadáveres imperfectos repartidos como piedras en la ribera de un rio. En el reinado acumulan los impuestos mientras la vida se explota en los jardines del palacio, en tierras abonadas de cuerpos jóvenes. En el festival celebran la democracia en una propiedad privada, cercada y custodiada para su seguridad. Ahí se microfonea la declamación, el discurso y la música que se repite en el eco que rebota entre los muros. Mientras tanto en el reinado siguen con la recaudación y los trabajos de jardinería. De un momento a otro, intempestivamente, todo quedo a oscuras y en silencio. La fiesta se detuvo. Juan Esperpento, sin que lo vieran, había cortado los cables de la electricidad y entre la gente salió silbando una de las canciones que mas le gustaba.

miércoles, 12 de mayo de 2021

10. Había otra vez


La imagen se desenfocaba mientras el camarógrafo corría para fijar en su foco un bulto que caía desde un vehículo policial. Lo que caía era un joven torturado. Confundido relataba la violencia que había sido impresa en su cuerpo, golpes de manos y armas, amenazas y el trauma de la experiencia rebotando en un eco terrible que retrotraía el tiempo al pasado Se escuchaba en la pronunciación del joven torturado mientras era socorrido por manifestantes: esto lo había leído, lo que había leído y escuchado sobre la dictadura. La escena fue grabada entre las muchas prácticas represivas de los agentes del Estado, registradas por manifestantes y medios de comunicación que participaban de las jornadas de protesta del último trimestre del año 2019. Se trata de imágenes zigzagueantes, sin aplomo, tomadas resistiendo lacrimógenas, disparos de balines, pillajes de piquetes de fuerzas especiales y aguas tóxicas dejando espuma sobre las superficies que impactaban. Son imágenes improvisadas, rápidas, para denunciar, para registrar el nombre y el número de identificación del reprimido, para circular por las redes sociales virtuales buscando llegar al mayor número de audiencia, extendiendo testigos de la violencia policial para contener y reprimir las multitudes que se levantaron en protesta desde el 18 de octubre del año 2019.
En las palabras y el cuerpo del torturado está contenida la trayectoria del tiempo en un instante. Son extremos que coinciden, son limites en un relato que se pliegan impactando uno en el otro. Es la experiencia del pasado que se ha desplegado entre los ecos persistentes que rodean y les dan forma a las ruinas, a las municiones estalladas sobre cuerpos y edificios propagándose la voz de la autoridad bestial, de gorilas con corbata y uniforme, los de ayer y de hoy en una secuencia heredada, una huella transgeneracional en el orden social de un país reconquistado. El lastre patronal que campeo por siglos, que vio el ascenso de la organización popular durante el siglo XX volvió con la fuerza de la reacción que propaga su barbarie en un eco persistente, más aún cuando se exponen las contradicciones en una sociedad al calor del fuego de barricadas que florecen en las distintas ciudades desde el 18 de octubre del año 2019 y que hasta hoy día, con pretexto de la pandemia y la retórica del orden público pululan militares y policías exponiendo sus armas, sus vehículos y la potestad de la autoridad que restringe y autoriza la circulación en el espacio público.
La década de los noventa avanzó con el optimismo infantil de quién se libera del control paternal, el dictador cedió espacio frente a un pueblo desdibujado, separado y religado con la conducción de los partidos políticos agrupados en una coalición que se desentendió de sectores políticos rebeldes, asumiendo una madurez política que excluiría la ignorancia y prácticas desactualizadas para avanzar en el noble empeño de ponernos de acuerdo, de llegar a consensos para los acuerdos mínimos que permitirían sacar a Chile de las tinieblas, del horror. Los acuerdos suponen contrapartes que establecen el diálogo sobre una mesa donde no se sientan todos, es al mismo tiempo una clausura que ensombrece otras voces que no se comportarían con la civilidad exigida para desplegar los juicios razonables. Sobre la mesa quedó una urna, el papel y el lápiz para la liturgia que marcaría el rito de paso, el sacramento que permitiría la normalización de una democracia a la medida del diseño institucional decantado en los largos años de la dictadura. Bajo la mesa quedaron cicatrices, voluntades y cuerpos malogrados, mientras los torturadores se paseaban alrededor de la mesa entre festejos por la labor cumplida.
La bestialidad vestía traje y corbata, corrían los ochentas, una década inaugurada con la definición de la norma y la institución que vino a cerrar el círculo de la barbarie travestida en ley. Un manto perfectamente hilvanado se desplegó en todo el territorio y en la extensión del Estado de Derecho. La lienza quedó anudada esperando que el progresismo renovado atraviese el vacío de la circunferencia que ensoga la historia y se precipita el término del siglo veinte. Las esquirlas de los setenta y la belicosidad de la violencia primitiva fueron encegueciendo los nudos y extremando la fricción de los extremos que asfixiaron la vida. Así, avanzamos las décadas somnolientas que marcaron el presente, el festejo de la democracia recuperada se sostiene sobre grietas y fracturas que fueron poco a poco profundizándose. La violencia que cerró el ascenso del mundo popular en sus ejercicios de soberanía terminó inscribiéndose como la condición de posibilidad de los acuerdos que traficaron con la impunidad que sigue galopante entre las instituciones y las leyes. El tiempo se ha prolongado, las circunstancias vividas coexisten con el pasado doloroso y el presente se extiende por decenas de años. El bulto que cae del vehículo policial es la repetición del terrorismo de estado que se reproduce infatigablemente hasta provocar el acostumbramiento, es el pasado otra vez, es un tiempo que no se ha ido.

viernes, 30 de abril de 2021

9. Poétlica

Entre otras muchas cosas, la poética se sostiene en una materialidad que permite su circulación entre los vericuetos de las sociedades. Su tránsito es expresión a veces fugaz y otras más permanente entre comunidades, instituciones y otros seres aislados que caminan por la cornisa de las relaciones sociales. El destino de un trabajo se extiende al umbral de los talleres y de ahí queda expuesto a tensiones y jaloneos de una vida común. El juicio, la clasificación, la valoración, entre otras envestiduras que caen sobre la obra, se acoplan unas con otras desbordando su interior y quedando cubierta con una maraña de intereses diversos que caen espesamente sobre la materialidad. El juicio público desnuda la interfaz de las recepciones múltiples que extiende las textualidades que gravitan sobre las obras. Distintos tipos de afrontamientos, desde distintas partes y posiciones son las evidencias que esgrimen las apropiaciones de los intereses que dinamizan la historicidad del quehacer. La poética existe en la experiencia social donde aquedan marcadas las huellas de su trayectoria sobre arenas movedizas que llevan el ritmo de su vitalidad. Ahí está la política, atravesando los textos, entrando y saliendo sentidos, refractando bifurcaciones de posibles lecturas, apropiaciones, renuncias y monumentalizaciones que desbordan la declamación, que marcan los límites y fugas de su pronunciación.   


8. Danza

La naturaleza expresa sus fuerzas danzantes, impactan una con otra, se envuelven y explotan sucesivamente. Lo que existe absorbe la energía aun cuando coexistan opuestos aparentemente irreconciliables, bordes lejanos que reposan sus límites apoyados entre sí. La aleatoriedad y el orden, la espontaneidad y la disposición galopan en las mismas ciudades, campos y en la conciencia. Sobre el mismo espacio es posible presenciar las llamaradas del fuego rebelde y gentil, y también la disposición ordenada de la bota y el fusil. Sobre el mismo pavimento que engruesa el sustrato de la civilización humana se enfrentan las fuerzas, se exponen las contradicciones que en sus fricciones van abultando la experiencia colectiva, el caos se extiende hasta que el orden cruje. La estabilidad de juega la vida en los pasos desequilibrados, en el desdén sobre la perfección sostenida artificialmente, sostenida sobre límites que se desbordan y vuelven sobre su eje imprimiéndose en momentos diferenciados.

jueves, 8 de abril de 2021

7. Superficies y sondajes

 

La vida en sociedad deja expuesta sus circunstancias en los límites de una superficie que no permite acceder con claridad sobre el suelo que sostiene los pasos del tiempo, que funda la estabilidad de un presente que absorbe el juicio común sobre lo que nos toca vivir, que restringe la mirada sobre lo que existe y que embarga las comprensiones en una tupida niebla que permite la extensión de autoridades deslocalizadas que cobran la correspondencia de la orden sin un remitente. Vivimos bajo el signo de una positividad que cae espesa en la cotidianidad de nuestra actualidad.

La vida en sociedad es el rebote de señales dispersas, orientaciones a veces sin forma y otras punzantes que cruzan los cuerpos y las cosas, expresiones de diversas índoles que modulan la experiencia y procesan circunstancias en la regla y la medida del sentido que alcanza a ser digerido en el metabolismo de una infatigable reproducción. La vida en la superficie deja expuesta la vacilación en la recepción de un tiempo plano, con recovecos subsanados en la sobrevivencia de los días pasados, imágenes de una actualidad huérfana de la transparencia del soporte que sujeta el horizonte del paisaje que ha sido nombrado.

La vida en sociedad despista las capas del sedimento de la historia. Las trayectorias de las vidas individuales y colectivas dan los pasos en una sustentación que sólo alcanza el calor de las plantas de pies y manos, sin la profundidad que permita romper los suelos para alcanzar cimientos firmes, raíces flotantes que no llevan su caliptra a sustratos seguros. Son los distintos tiempos que resuenan en la misma campanada en un todo que hace inaudible la distinción entre las distintas tesituras que se solapan las unas con las otras.

La vida en sociedad sugiere rastros de un pasado esencial, situación originaria, un comienzo y un destino que orienta la tranquilidad de espíritus dóciles. Se acorta la distancia en la arbitrariedad que reduce las cronologías, que junta el pasado al presente en un pliegue que subsume en la ignorancia la formación de la actualidad. Las huellas andadas son rastros que solo son vistos desde la distancia donde se signan los pasos que marcan la presencia de lo que existe.

La vida en sociedad contiene contradicciones sobre la superficie marcada por el peso de la experiencia que trasunta en la comprensión del presente. La vida en sociedad ejerce sus determinaciones múltiples que llegan a impactar sobre el pensamiento y la afectividad en las relaciones sociales. La búsqueda del entendimiento sobre las marcas del pasado se enfrenta a obstáculos que distribuyen los sentidos, las apreciaciones y las direcciones de la mirada que atraviesan la sociedad y su tiempo en la reflexión dispersa. Materias revueltas, horizontes combinados, contornos difuminados en una composición desprolija que sostiene todo como si existiera estable, permanente.

martes, 6 de abril de 2021

6. Barbarie

La barbarie extiende su brutalidad por caminos sofisticados, entre gentes educadas y complicidades que guardan secretos en rugosidades de una burocracia maldita. Violencia de la bota, del fusil, de la cama electrificada y la sumersión de los cuerpos forzado por manos de ignorantes. Una escena recreada mil veces, en las doce campanadas del presente y en la itinerancia del tiempo. Siempre apuntamos al gorila. Pero en la escena además estaba el médico que ilustraba el límite de la vida para continuar con la tortura al día siguiente, También el cura que tráfico con niños, el abogado que construyo las leyes y el empresario que extendió su propiedad sobre la naturaleza. La barbarie no sólo es la del gorila que aplasta, presiona y asfixia. La barbarie también una corbata, maletín, usa pantalla y cargos públicos. La barbarie es la violencia desatada, es el espanto, es cierto salvajismo bruto de risas tontas, de manos largas, de lumas y fierros; es el pasado de los sicarios transformado en civilización.

jueves, 1 de abril de 2021

5. Juan Imbunche

Juan Imbunche se sentaba todas las tardes en el frontis de su casa que estaba en uno de los ingresos a la universidad de su ciudad. Su cuerpo reposaba sobre una silla en la que equilibraba sus dos patas traseras y apoyaba el respaldo en un muro para resistir la gravedad de la física y de sus años. Echaba grandes bocanadas de humo mientras sonreía al ver el desfile de la inteligencia golpeándose entre sus egos, los muros y la naturaleza. Los veía vestir casual, sencillos y en algunos casos con una marcada sofisticación respecto a los demás. Mientras echaba otra bocanada se preguntaba dónde guardarán los ternos y las corbatas que usan cuando llegan a sus casas después de la jornada. Pensaba: quizás son menos cínicos los ejecutivos de bancos o los de los fondos de pensiones que ensogan sus cuellos durante la jornada diurna, mientras el trabajo les consume la vida.